miércoles, 18 de julio de 2018

La política de la foto, la foto de la política.

La política de la foto está aggiornada a nuestros días de selfies y filtros, de sonrisas que no producen ni una mueca de vana ingenuidad, tatuajes nítidos y falsas poses casuales. Está "en línea", a la moda, en la pantalla personal. De este modo, funcionarios, militantes, referentes y silvestres sueltos dan cuenta de qué hacen en su día a día político, pero sobretodo, dan cuenta de cuánto hacen, en esa carrera desbocada por llegar primeros quien sabe a qué. La foto en el mundo del YA, es también un túnel metafísico que permite estar en todas las luchas a la vez, una historia en Instagram con un pañuelo verde quizás te salve de la dedicación necesaria para comprender la lucha feminista y aún así te permita "ser parte" de ella -y por supuesto tomar rédito y protagonismo-, digamos, barrer la culpa bajo la alfombra. Así, podemos ver militantes supersónicos que están en 5/6 actividades políticas por día.
Actividad política / reunión política / marcha política / lectura política que no se publica, no ocurre. Esa es la lógica. "Mejor que decir es hacer" reza una de las verdades peronistas y es apropiada creo, porque la foto es la nueva forma de "decir", se haga algo o no. Entonces, hoy, una foto no sólo vale más que mil palabras, vale más que mil acciones.


Una foto de la política.
En tiempos donde es una disputa el significado de la política, es necesario reconocer que el sentido común no se inclina para nuestro lado, el de lxs que creemos que la política es la única herramienta de los pueblos para mejorar la sociedad en la que vivimos. Lamentablemente, una foto actual de la política es aquella que la ubica en el mercado, como una mercancía más. Esta concepción es aceptada tanto por quienes compran candidatos aislados de procesos cada 2 años, como por quienes aceptan ofrecerse como opción individual de salvadorxs (también por quienes caen en "la pendejada de que todo es igual, todo lo mismo"). No resulta extraño entonces que la selfie política, sea considerada como un atajo de la política, para alcanzar ese lugar en la lista, esa coordinación en la organización, ese puesto ejecutivo, esa referencia política. No es más que confiar en la vieja meritocracia política, colgarse la etiqueta y clickear el ícono de captura de la foto. La política de la foto, no es más que una foto de la política.
Pero como sabemos, cualquier mercancía en el mercado, esconde su esencia, sólo muestra su apariencia; al fin y al cabo, "lo esencial es invisible a los ojos". Detrás de la política de la foto, se pierde la política real, la ciudadana, la práctica social en sí, desinteresada, que no espera recompensa de ningún tipo, que no necesita rendirle cuentas a nadie de cuánto o con quién milité hoy. Se pierde, que la patria es el otro y ni come, ni se educa, ni se abriga con la selfie de la reunión del día.